jueves, 18 de abril de 2013

Amor en la oscuridad.




Caía la noche en Ventormenta, la vestimenta de Giordano agradecía la brisa veraniega que soplaba, pues la temperatura había subido estrepitosamente en muy poco tiempo. Los nobles entraban al castillo donde se celebraría una actuación, en el patio, para los nobles de la cámara política. Chantalle no tardó en aparecer, aunque lucía un implacable vestido verde, mucho más veraniego que  Giordano, y con caracteres propios de Pandaria. Su radiante melena pelirroja hizo que, mientras subía las escaleras, un bribón gilneano se le acercaba con intenciones de flirtear, Giordano no tardó en desenfundar la peligrosa hoja que tiene como lengua.
-Vaya, preciosa, no te había visto antes por aquí…
-Excusez-moi? – el acento propio de Kul’tiras salió a relucir en la sorprendida Chantalle.
-Vaya, un encanto de los mares, siempre…
-Las prostitutas de los muelles a las que te refieres están en otra dirección, Troche. – Giordano irrumpió beligerante en la conversación.
-Conde Lévi, ¿Por qué resulta usted tan molesto?
-Porque no puedo degollarte en público.
-Nos las veremos en el senado por esta osadía Conde de Beltane…
-Barón Johann, el protocolo – Giordano le exigía para herir, que procediese con la consiguiente reverencia y besado de manos que le marcaba el protocolo nobiliario. Chantalle quedó sorprendida ante la actuación y agradecida mientras le tendía la mano.
-Sois impredecible y un arma en sí misma, querido, no deja de sorprenderme…
-No podía permitir que ese noble de pacotilla te molestara.
-¿Quién es, por cierto?
-El Barón Johann Troche, senador por Gilneas en la cámara nobiliaria.
-Vaya… prefiero a los ventormentinos… - se acercó a la mejilla de Giordano y la besó, mientras se adentraba en el pasillo del castillo contoneando sus caderas.
Cuando entraron en el castillo la Guardia Real se exhibía con un cambio de guardia y presentación de honores. Poco a poco, los nobles fueron entraron en la sala donde se celebran las reuniones del senado para tomar algo durante el catering.
-¿Por qué son tan pomposos Giordano?
-Han sido educados desde pequeño a ser sibaritas y ostentar un título que no han ganado.
-¿Es odio lo que noto en tus palabra, querido?
-Siempre lo ha sido, dirigen la nación sin contar con el pueblo, pero aquí me veo ahora…
-Vamos, tú no eres como ellos Giordano, eres hombre de acción y más que sabio.
-Espero poder lograr algo con todo esto.
-Lo lograrás sin duda alguna…
Durante la charla, avisaron para poder pasar al patio, donde se interpretaría una obra de teatro de un reputado autor.
La sala estaba llena de nobles y sus acompañantes, no todas esposas… la bebida corría entre los comensales gracias a la atención de los camareros durante el evento.
-Un vino exquisito – susurró Chantalle al oído de Giordano. – Aunque la obra… me aburre un poco.
-¿No te gusta? Es una gran pieza… pero bueno, todos somos diferentes en gustos.
-¿Quién es ese barbudo de allí que está con esa exuberante elfa?
-¿Aquél? – Giordano tuvo que reprimir una carcajada – Es el general Buchard, y bueno… le gusta de buenas compañías en esta clase de eventos, se ha llegado a decir que a su edad ha compartido lecho con más de cinco féminas al mismo tiempo…
-Repugnante…
-Es la noble, querida.
-Eh, no intentes imitarme. –Chantalle se rio provocando la mirada de algunos de los presentes. – Ni que hubiera matado a alguien…
Pasaron las horas y el evento concluyó, entre risas y desprestigios por parte de los brujos al resto de nobles. Al volver, Giordano le ofreció cenar en su casa, cosa que aceptó con gusto, mas durante el camino se encontraron con la actual guardiana, que caminaba perdida, como en nortada.
-¿No es aquella Thedya?- Preguntó Chantalle.
-Sí, pero ¿Qué le pasa? Parece muy inquieta.
Los jóvenes se acercaron a ver a la joven que les atendió con gusto aunque inquieta y nerviosa…
Hablaron durante dos horas sobre la confianza de los miembros de la orden, y los brujos juraron protegerla y no traicionar a los miembros de la orden.
Tras la charla, Chantalle se acercó a Giordano.
-Pronto llegará nuestro momento, aquel que tanto hemos deseado… -sus palabras parecían eufóricas y excitadas.
-Pronto Chantalle, la victoria será nuestra, y debes saber que sois el único talismán al que protegeré con mi vida…
Chantalle sin más preámbulo se lanzó a los brazos de Giordano y sus labios se cruzaron en el camino, fraguando un apasionado beso.
-¿Está aún disponible esa cena?
-Por supuesto.
Durante la cena bebieron vino y flirtearon, hasta que Chantalle decidió pasar la noche allí.
-Iré a recoger mis cosas a la posada, espérame aquí – dijo Chantalle mientras salía a por sus pertenencias.
-Tomaré un baño mientras.
Giordano se fue a su habitación, un gran espacio tranquilo, iluminado con luz tenue, situado en el piso de arriba, con vistas al callejón y no al núcleo de la ciudad. Cuando llegó allí se deshizo de la rigidez que le requería el evento; su cuerpo se desplomó, sus hombros cayeron y caminó más relajado. Sus movimientos eran lentos y pausados. Cruzó la habitación para ir hasta donde estaba preparada la bañera. Al acercarse se quitó las botas y la ropa y, cuando se desnudó, se quedó allí de pie sobre una base, junto a la bañera de cobre. Miró su reflejo con ojos brillosos. ¿Adónde había ido el niño inexperto y débil? Se irguió. Su sabiduría y poder habían aumentado durante los años y su fuerza y forma física eran innegables.
Giordano tiró la ropa encima de la cama. Debajo, en un arcón de madera de olmo, cerrado con llave, estaban guardadas las armas forjadas por los etéreos. Lo primero que haría por la mañana sería revisarla, después de desayunar con su amada Chantalle. La daga familiar nunca se separaba de él salvo cuando estaba desnudo, e incluso entonces siempre estaba al alcance de su mano. La llevaba siempre, se había convertido en parte de su cuerpo.
Giordano suspiró, aliviado, y se metió en la bañera. Se sumergió hasta el cuello en el agua caliente, inhaló el suave aroma del vapor, cerró los ojos y dejó escapar un largo y lento suspiro de alivio. Paz al fin. Sería mejor que aprovechara el mayor tiempo posible de las pocas horas que le quedaban de descanso.
Se acababa de quedar dormido y había empezado a soñar, cuando le despertaron unos ruidos muy débiles, el sonido de una puerta abriéndose y cerrándose detrás del tapiz colgado. Enseguida se puso alerta, como un animal salvaje. En silencio, su mano buscó la hoja y, con un movimiento estudiado, la pegó a su muñeca. Entonces, con un único giro fluido, se dio la vuelta para ponerse de pie en la bañera, preparado para la acción, mirando en dirección a la puerta.
-Vaya –dijo Chantalle y sonrió boquiabierta-, no se sí has crecido pero has ganado centímetros de alguna manera…
-Tienes ventaja sobre mí, mi señorita. –Giordano sonrió-. Estás totalmente vestida.
-Espero que podamos hacer algo para solucionarlo. Pero estoy esperando.
-¿Esperando qué?
-Que me digas que no necesitas verlo con tus propios ojos. Que me digas que estás seguro, sin ni siquiera verme desnuda, de que la Naturaleza ha sido tan benévola conmigo, si no más, que como lo ha sido contigo. –Su sonrisa burlona se hizo más amplia ante la confusión de Giordano.
-¡Ven aquí!
La atrajo hacia él estirando de la faja de su falda cuando los dedos de la mujer fueron hacia la hoja para quitársela, y luego pasó a los cordones de su corpiño. Unos segundos más tarde ya la había metido con él en la bañera, sus labios se pegaban y sus miembros desnudos se entrelazaban.
No se entretuvieron mucho más rato en la bañera, pronto salieron de ella y se secaron con las resistentes toallas de lino que Giordano ostenta. Chantalle había traído consiga una ampolla de aceite aromático y la sacó de un bolsillo de su vestido.
-Ahora, túmbate en la cama –dijo-. Quiero asegurarme de que estás preparado para mí.
-Cómo puedes comprobar, así es.
-Dame un capricho a mí y dátelo a ti.
Giordano sonrió. Aquello era mejor que dormir. Podría dejar el sueño para más tarde.
Giordano descubrió que para dormir tendría que esperar tres horas y para entonces Chantalle estaba acurrucada en sus brazos. Se había quedado dormida antes que él y la contempló durante un rato. Desde luego la Naturaleza había sido benévola con ella. Su cuerpo esbelto y curvilíneo, de estrechas caderas, anchos hombres, y perfectos pechos, era la figura ideal para toda mujer, y la cabellera pelirroja, que le hacía cosquillas al apoyar su cabeza en el pecho, tenía un aroma embriagador que le volvía loco. Una o dos veces en la profundidad de la noche, se despertó para descubrir que se había apartado de ella. Al volver a cogerla en sus brazos, se acurrucaba en él sin despertarse, con un pequeño suspiro de alegría, y cerraba la mano en su antebrazo. Giordano se preguntó más tarde si aquélla no habría sido la mejor noche de amor de su vida.
Al despertar, el amor de nuevo volvió a envolver la alcoba. Las pesadas cortinas brocadas que cubrían las ventanas tapaban casi toda la luz y la habitación permanecía arropada por una acogedora penumbra; ningún sirviente entró para molestarlos. Los gemidos de placer de Chantalle pronto ahogaron cualquier otro sonido en sus oídos. Sus manos apretaron sus fuertes nalgas y ella le atrajo hacia él….
Desayunaron juntos y acudieron a sus quehaceres diarios…

Por Giordano Lévi.