lunes, 11 de marzo de 2013

La maldición de Frederic Kheerne


(Anexo capítulo IV)

La incesante lluvia de aquella fría noche de invierno parecía azotar sin piedad aquellas oscuras y abandonadas tierras. El paisaje era desolador, pocos humanos se atraían a caminar por aquellos parajes, ya sea por miedo a las razas que allí habitaban o por las criaturas salvajes que recorrían los bosques de alrededor.
Aún así, Frederic Kheerne era un gran mago, y se sentía lo bastante seguro allí. En pocos años había creado de aquel lugar sin vida su propio hogar. Además el señor Kheerne se creía lo bastante poderoso como para abatir a cualquier enemigo en cuestión de segundos. Lo que no podía imaginar era que pronto se encontraría a alguien capaz de vencerlo.

El humano centraba toda su atención en sus escritos y pergaminos que abarrotaban la gran mesa de madera que llenaba parte de la habitación. El mago, ensimismado en sus descubrimientos y estudios, desvió su mirada un instante atraído por una intensa luz que iluminaba a través de la ventana la estancia al completo. 
Se levantó rápidamente sosteniendo el candelabro, se aproximó hasta el exterior y pudo observar como un molino de viento cercano ardía a pocos metros de la casa donde habitaba. Un rayo había impactado en dicho molino.
El mago entró rápidamente a por alguna prenda que le resguardara de la lluvia que caía, una vez fuera, invocó a varios elementales de agua para ayudar junto con la lluvia a cesar el fuego.
Pasado unos minutos volvió a refugiarse dejando sus invocaciones trabajando. Observó por la ventana como el fuego terminaba por desaparecer.
Fue entonces cuando vio un reflejo en el cristal de la ventana por la cual observaba el exterior.
- ¿No sabes llamar a la puerta?- preguntó el mago mientras se giraba hacia la persona que se hallaba tras él
El mago vio a la joven y permaneció inmóvil sin salir de su asombro
- No es posible, no puede ser...
- ¿De qué te sorprendes tanto?- preguntó la joven que parecía conocer al mago.
- Pero... ¿Cómo lo as hecho?
- ¿Te refieres a estar viva o a volver a ser joven de nuevo?- la joven sonrió con malicia al que tiempo atrás había sido su gran amor.
- Has usado brujería, deberías...
Entonces la joven humana de piel morena y  cabellos oscuros sacó de su bolsa el libro de las almas.
- ¿Sabes qué es, no es cierto?- preguntó la humana
El mago permaneció en estado de shock
- Es cierto que existe... si lo usas, sabes el precio que deberás pagar.- dijo el mago mirando fijamente a la humana.
- Hay una cosa que deberías añadir a tus investigaciones, el libro no consume el alma de su portador, si no cualquier alma que se sacrifique en su lugar.- dijo la humana mientras sacaba un cristal de un tono rojo rubí de su bolsa. - Esto es un contenedor de alma, es un objeto peculiar, pero bueno, ya sabes para qué funciona, fuiste tu quien me enseñó todo lo que sé de la magia.- dijo la humana con tono resentido. - En mis últimos viajes a Sholomance y Karazhan, he podido encontrar muchas almas que apresar en objetos como éste.
- Venganza... ¿Es eso lo que buscas? Adelante, puedes matarme si así lo deseas, pero no cambiaría nada de lo que hice...
La humana soltó una carcajada.
- Matarte no sería una manera de vengarme. Además el libro no permite pedir ese tipo de deseos.

La humana abrió el libro y comenzó a escribir en él. El mago mientras tanto esperó paciente lo que el destino le deparara. La humana dejó de escribir y abrió el contenedor del almas que desprendió una especie de humo que fue absorbido de inmediato por el libro.
- Destruiré todo lo que te rodea, todo lo que amas y todo tu futuro...
El humano cerró los ojos maldiciendo a la humana.
- Juro que iré a por ti aunque tenga que renacer del mismísimo infierno...

La humana sonrió mientras observaba como su deseo se cumplía.