viernes, 15 de febrero de 2013

La Baraja de Cuervonegro



El druida abandonaba tranquilamente la imponente ciudad de Forjaz. Deseaba salir a disfrutar un poco del aire fresco y el silencio que reinaba en todo Dun Morogh. Se sentó apaciblemente en un pequeño muro de piedra, y observó detenidamente el blanco paisaje cubierto por la nieve. Tras varios meses en el extraño continente de Pandaria, se había dado cuenta que echaba de menos lugares como éste.

Mientras meditaba sobre los hechos sucedidos en las últimas semanas, oyó como alguien se acercaba. No se giró ni se alertó, ya que se encontraba bastante cerca de la ciudad como para ser atacado. 

Un humano que vestía una larga capa gris que le protegía del frío y le cubría parte del rostro, se sentó a su lado. Si bien, aunque le extrañaba o quizás incomodaba la presencia de aquel desconocido, el druida se mantuvo en silencio por no parecer grosero.
El desconocido se quitó la capucha dejando ver su joven rostro, su largo cabello rubio y unos ojos azules como el cielo que les cubría en ese preciso instante.

- Parece que ha dejado de nevar.- dijo el joven mirando al horizonte
- Eso parece.- respondió el druida sin prestar mucha atención a las palabras del joven.
Parecéis preocupado.- afirmó el humano
El druida frunció el ceño
- ...Siento entrometerme en asuntos ajenos.
- No tiene importancia.- dijo el druida mientras su mirada seguía perdida entre el paisaje.

El druida observo de reojo al joven por si era algún viejo conocido, pero su rostro no le resultaba familiar. El desconocido era bastante extraño, sus vestimentas eran similares a las de cualquier mendigo, sin embargo su manera de hablar decía todo lo contrario.Tras un largo silencio el joven dijo:
- Supongo que hay cosas que son difíciles de asimilar, los talismanes, la orden...

El druida se puso en pie rápidamente sin perder de vista a su interlocutor. El primer pensamiento que inundo su mente era el de si se trataba de un enemigo. El druida no llevaba mucho tiempo en la orden, pero sabía de sobra que había muchos interesados en conseguir el valioso talismán que ellos protegían.
- Tranquilo, no voy a haceros daño, todo lo contrario, vengo a ayudaros.
El druida se mantuvo en pie sin bajar la guardia, las palabras del humano sonaban convincentes, pero los años que llevaba a la espalda le habían enseñado que las palabras se esfuman rápidamente.
- ¿Cómo sabéis de la existencia de los talismanes?- Preguntó el druida desconfiadamente
- Soy de otra época, provengo del futuro. Conozco todo acerca de ellos. He sido enviado para solucionar un problema que habéis causado en este tiempo.
El druida seguía observándole en silencio.
- Cuando se juega con el pasado, a veces la más noble de las acciones puede desembocar en una gran catástrofe. Y eso es lo que ha ocurrido.- dijo el joven mirando a los ojos del druida. - Si no me equivoco, varios miembros de la orden se encuentran atrapados en el pasado.
El druida asintió serenamente. Hacía unas semanas que había ocurrido, un miembro de la orden había sido enviado al pasado para rescatar a la guardiana de la orden. Podría jurar que el desconocido no estaba con ellos en ese momento.
- Tus compañeros han roto la norma esencial de los viajes en el tiempo. Han salvado a alguien que debería haber caído en una batalla, creyendo que sería un humano sin importancia, pero no es así. Ese humano, años después mataría a un mago que debía entregarte un valioso objeto. De hecho... debería entregártelo en unos seis meses aproximadamente.
- Entiendo.- afirmó el druida
- Lo que es futuro para tus compañeros, en este tiempo ya se ha convertido en pasado, el mago  ya ha sido asesinado. Sólo hay una manera de arreglar lo que tus compañeros han estropeado. Debes encontrar ese objeto por ti mismo  antes de la fecha en la que te sería entregado. Sólo así el tiempo fluirá correctamente.
- Pero... ¿Por qué es tan importante ese objeto?- preguntó el druida extrañado.
- Porque salvará el destino de la orden en varias ocasiones. Además tú seras quien me enseñe a usarlo en el futuro.- el humano miró al druida, que permanecía de pie a su lado.
-Este artefacto es llamado La Baraja Cuervonegro, aunque desconozco si el nombre es en tu honor ahora que lo pienso.- el humano sonrió levemente. - Hay rumores que cuentan que la baraja fue creada por un mago loco llamado Medivh, otros dicen que fue por un archimago que experimentaba con huargen, pero son sólo rumores. El objeto es una baraja compuesta de diez cartas. Como ya supondrás no se trata de naipes corrientes. Las cartas tienen poder en su interior, debes aprender a controlarlas. Créeme aunque parezca simple, os sacará de muchos apuros.
- ¿Cual es la utilidad de la baraja?- preguntó el druida 
- Tiene muchos usos, pero es algo que deberás descubrir por ti mismo.- dijo el humano mientras se incorporaba. 

El joven sacó una carta del bolsillo y se la entregó al druida. La carta era de un azul intenso, parecía estar rodeada por un aura arcana, a simple vista podía saberse que no se trataba de un objeto normal.

- Ahí tienes la primera carta de la baraja. Debes conseguir las nueve restantes en unos pocos meses. Te aconsejo que no lo comentes a personas en las que no confíes plenamente, incluido a miembros de la orden. Es hora de irme.
- Pero...¿Como conoceré el paradero de las cartas restantes?
El joven meditó unos segundos
- Si no me equivoco, conoces a una arrogante pandaren que os debe algún que otro favor.
El druida recapacitó, mientras tanto el humano se disponía a marcharse.
- Una última pregunta.- el humano se detuvo ante las palabras del druida.- ¿Cuando te conoceré? Ni siquiera conozco vuestro nombre...
- Dentro de poco, mi nombre es Caleb Vercetti.- respondió el humano mientras sonreía.- Aún no he nacido en esa época. Cuídate tío Hock.- dijo el joven mientras se alejaba hasta desaparecer.

Hock Kleine miró la carta con detenimiento, y pudo ver en ella la imagen del joven que acababa de entregársela. Caleb Vercetti pensó mientras sonreía para sí mismo....el hijo de Karshten y Ody.