miércoles, 6 de febrero de 2013

El Santuario Oscuro


La jóven no podía pensar en otra cosa que en lo que acababa de suceder, un escalofrío recorrió su cuerpo. Una lágrima descendió por su rostro para caer en la oscuridad de la noche que inundaba aquel lugar. La jóven de piel morena y cabellos oscuros como carbón, despejó su mente de todos esos recuerdos mientras corría por los fríos y desolados callejones de la ciudad de Ventormenta. Ahora no podía distraerse, debía escapar como fuera. 

Mientras corría podía escuchar el sonido que desprendían las armaduras de sus perseguidores. Sus piernas comenzaban a flaquear aunque su mente se negaba a rendirse. Había logrado sacar un poco de ventaja a los guardias que querían darle caza, pero aún podía oir como la seguían.
El accidente que había cometido no dejaba de ser más que un mero accidente, sin embargo nadie entendería su situación, con lo cual no le quedaba más remedio que huir.
Tras lograr algo de distancia con sus perseguidores, decidió ocultarse en un oscuro callejon. Permaneció en silencio, inmóvil, y pudo observar como los guardias de armaduras azules como el zafiro pasaban de largo a toda prisa. Respiró aliviada mientras trazaba un recorrido en su mente para lograr salir de la ciudad.

Un leve chasquido la hizo despertar de sus pensamientos. Una sensación de terror recorrió su cuerpo. La joven se giró lentamente. Había poca luz en aquel callejon, sin embargo podía distinguirse dos oscuras siluetas que se acercaban lentamente hacia ella. 
La joven retrocedió varios pasos sin apartar la vista de ellos.

- Tranquila joven, no debes temernos, no vamos a hacerte daño.- susurró una femenina y melodiosa voz.
Los extraños se acercaron lo suficiente  hasta que la joven logró ver que no se trataban de guardias.  Ambos parecían humanos, la mujer vestía una larga toga de tonos rojizo y púrpura, llevaba una capucha que ocultaba gran parte de su rostro. Los cabellos de color rubí intenso descendían por los hombros de la dama. El otro ser llevaba una basta y oscura armadura . A través del casco podía vislumbrarse  los ojos claros y fríos como el hielo de este. De hecho, la joven pudo sentir como una ráfaga de frío la inundaba con sólo mirarle a los ojos.
La humana se dispuso a hablar:
- Sé lo que acaba de suceder, y sé que no eres culpable de tus actos... sin embargo, llevo bastante tiempo en esta ciudad como para saber que no te dejarán escapar sin cargos. Pero no les culpes, simplemente no entienden el arte de la destrucción. Tus habilidades con el fuego son grandiosas... es una lástima que acabes encerrada en las mazmorras de la ciudad por un pequeño accidente...
La dama hizo una pausa y miró a su compañero, después miró a la joven y una sonrisa se dibujó en su semicubierto rostro.
- Aunque esto no tiene por qué acabar así...
La joven escuchaba nerviosa las palabras de la extraña dama.
- Podrías venir con nosotros...podríamos protegerte...
Aún se escuchaban soldados correr por las calles de la ciudad. La joven volvió la vista atrás y permaneció inmóvil.
-Únete a nosotros.- susurró la voz profunda del oscuro caballero.
- Me resulta extraño que dos desconocidos aparezcan sin más y me hagan tal ofrecimiento.
- Lo único que buscamos es ayudar a aquellos que son como nosotros... además creo que no tienes mucha elección.- respondió la dama mientras levantaba la vista hacia el callejon.
- Dame la mano y estarás a salvo.-dijo la dama mientras extendía su brazo.
La joven aceptó dubitativamente y posó su mano sobre la mano de la extraña dama. Instantes después la joven y los dos extraños se esfumaron sin dejar rastro alguno. 




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